lunes, 2 de noviembre de 2009

SIEMPRE ES TARDE SI LA DICHA NO ES BUENA


Separe las oraciones y proposiciones del siguiente texto:


Históricamente, la literatura de vanguardia es la que corresponde a la posguerra que siguió a 1918, aunque algún moviendo sea inmediatamente anterior. Durante unos diez años, el viejo continente disfruta, como suele ocurrir tras los grandes conflictos bélicos, una visible prosperidad y reina el optimismo. Se siente el deseo de olvidar los horrores pasados y se practica una literatura de evasión. El clima es semejante en España, que había permanecido neutral en la contienda europea.
Esta situación dura, aproximadamente, hasta 1930: la depresión económica de Occidente coincide con una honda crisis espiritual en la que naufragan el optimismo y los ideales que habían nutrido a la década anterior. La crisis afecta también a España, país cuya secular descomposición política no favorecía precisamente alegres evasiones. No es que haya división tajante; pero, a partir de la citada fecha, la poesía, manteniendo algunas adquisiciones de los “años veinte”, perderá extremosidad y, a la vez, tomará otra trayectoria.
Ortega, siguiendo a Guyau, partió, para caracterizar el nuevo arte, del punto de vista social: la actitud que ante este arte adoptaron sus destinatarios. Y esta actitud fue la irritación. El lector o espectador no gustaba del arte vanguardista, no lo entendía. Ortega precisaba que lo que sucedía esta vez no era lo que suele acontecer con todo arte nuevo: que no se populariza hasta que pierde su novedad, que el público tarda en asimilarlo. Esta excepcional situación se explicaría diciendo que ningún movimiento pretendió llevar tan lejos como el vanguardista su ruptura con lo anterior. La vanguardia no representaba sólo una reacción contra lo que inmediatamente le precedió sino que se proponía hacer tabla rasa de todo el pasado para situarse en los orígenes de lo humano.

Prólogo a “Antología poética del grupo poético del 27”.
Vicente Gaos.

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